Monstruos del 21

Ya sé que desde que dejó de chupar no asusta tanto. Que desde que dejó la falopa perdió la impunidad y es más previsible.
También soy conciente que, en mi caso, ya lo colecciono más que lo degusto en la lectura.

Como sé que antes, cuando tomaba y se abrazaba aspirando a sus demonios, era el único tipo que era capaz, aún en un libro, de perder todos los límites, supuestamente, humanos.

Era de la especie esa que “encaminaba a una criatura de cinco años hacia una carretera poblada de enormes camiones. En casi toda una página te contaba el recorrido del infante dubitativo y tropezando. Lo acercaba a la ruta donde los monstruos a 120 km/h acechaban. Lo ponía al borde. Y ahí…donde cualquier otro inventaba un freno intempestivo o un manotazo salvador él, en cinco líneas, destrozaba, despedazaba al chico sin consideración”.

Un verdadero hijo de puta.
Que empecé a leer, paradójicamente, otro 21.

Desvelado después de la joda quedé insomne hasta el segundo, tibio, día de primavera en mi pueblo de tilos y palmeras donde el sol mañanero alejó, por fin, los fantasmas que el tipo había inventado.

Stephen King cumple hoy 60 años.

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