Instante

Estaban como predestinados.

Algo los unía pero no se sabía a ciencia cierta qué.

Y los intentos de aproximación entre ellos fueron varios pero no resultaban. Y encima, cada distancia nueva, posterior a los intentos, era enorme y dolorosa.
Sin embargo ( lo sabían) algo había que los acercaba.

Pero era tan intensa la aproximación como fuerte la distancia cuando se instalaba.

Lo raro consistía en que cuando compartían verdaderamente lo hacían. A plenitud. Generaban momentos difíciles de imitar en sus días cotidianos.
Pasaron, entonces, por etapas en donde hablarse era como respirar pero desembocaban en silencios enormes.
Pasaron la etapa de compartir largas cartas en donde kilómetros de tinta se desparramaban en letras que convocaban a otros en que sólo había papeles en blanco que ni iban ni venían.
Supieron compartir largos momentos juntos en donde el reloj era apenas una accesorio en desuso en contraposición a otros en donde parecían dos desconocidos que tal vez, al cruzarse, ni se hubieran saludado.

La historia es larga.

Resulta que, al final de varios recodos, se dieron cuenta.
Había un punto en donde no se alejaban.
Un lugar común que los diferenciaba.
Una porción de universo que les pertenecía únicamente a ellos.

La sonrisa

Por lo que finalmente eso es lo que hay entre los dos.
Nadie le sonríe a él como le sonríe ella.
A nadie sonríe él como sonríe a ella.

Es un instante.
Apenas, tal vez, una fracción de segundo.
Es lo que los une.
Solamente eso.
O a pesar de todo eso.
Pero en eso son únicos.